¿Quién dijo que para establecer una relación afectiva uno debe encarcelarse? ¿De dónde surge esa ridícula idea de que el amor implica estancamiento? ¿Por qué algunas personas al enamorarse pierden sus intereses vitales? ¿El amor debe ser castrante? ¿realmente el vínculo afectivo requiere de estos sacrificios? Los preceptos sociales han hecho desastres. Amar no es anularse, sino crecer de a dos. Un crecimiento donde las individualidades, lejos de opacarse, se destacan. Querer a alguien no significa perder sensibilidad y volverse una marmota sin más intereses que lo mundano. Uno de mis pacientes hombres había “prohibido” a su esposa hacer una especialización en la universidad, porque, según él: “Las mujeres casadas deben estar en casa con sus hijos”. Lo triste no era tanto la exigencia absurda del señor, sino la aceptación voluntaria de la señora: “Me debo a mis hijos”. Cuando puse en duda su afirmación, ella respondió que si la mamá estaba totalmente disponible, los niños estarían mejor educados. Volví a expresarle mi desacuerdo: “Según ese criterio, la mayoría de los niños de mujeres trabajadoras estarían mal educados, y no es así. Conozco madres de tiempo completo con hijos totalmente descarriados…Sin irnos para los extremos, creo que la madre semi-presencial es una buena opción educativa”. Durante algunas citas conversamos sobre la posibilidad de seguir estudiando sin dejar de ser mamá, pero al poco tiempo el marido agregó una nueva prohibición a su lista: no más psicólogo.
Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso