martes, 20 de agosto de 2013

¿EXISTE REALMENTE LA LIBERTAD?


Ser libre es poder hacer lo que uno quiere.

Y entonces, la pregunta que se dibuja es: ¿Existe realmente la libertad?

Porque sabemos que nadie puede hacer “todo” lo que quiere...
Nadie puede, por lo tanto, ser totalmente libre.

Si nos detenemos brevemente no podremos evitar llegar hasta esa horrible conclusión:

Que no podemos ser libres. Por lo menos no absolutamente libres.
Y nos consolaremos pensando que, por lo menos, podemos conquistar algunas libertades.

Por ejemplo, la libertad de pensamiento.

Acaso un poquito limitados por nuestra educación, y un poco más aún restringidos por las influencias de 
la publicidad, creo que podríamos acordar que tenemos la libertad absoluta de pensar lo que se nos venga en 
ganas, sin restricciones, sin censuras, sin impedimentos.

Sin embargo, cuando nos preguntamos si somos libres, sinceramente, ¿nos referimos a esta idea de 
libertad? Parece ser que no. Porque al reducir el concepto de libertad al pensamiento, estaríamos omitiendo 
una serie de aspectos importantes que tienen que ver con lo fundamental de nuestra vida, afortunadamente 
mucho más ligada a la acción que al pensamiento. Si algo me define en mi relación con el universo, esto es 
mucho más lo que hago que lo que pienso, y en el mejor de los casos, lo que hago con lo que pienso.
Llegados aquí, el asunto es el siguiente:

¿Para qué me sirve pensar libremente si no puedo actuar?
Conformarme sólo con la libertad de pensamiento conduce a no tener el espacio en el cual vivir mi vida.

Sería como armar un mundo virtual de infinitos “como si” computados y programados. Un mundo de fantasía 
sin sorpresas con el propio intelecto como protagonista. Un “mundo feliz”, como el de Huxley, absolutamente 
previsible y tedioso.

Una obra de teatro con infinitos ensayos pero nunca estrenada.
La libertad de pensar es muy importante, pero no ganamos nada si no somos capaces de hacer algo con 
lo que pensamos, si no podemos convertirla en acción, aunque sea una pequeña acción para nosotros mismos.
La acción, en cambio, puede cambiar nuestra inserción en el mundo, puede sorprendernos con lo 
imprevisto y, a su vez, terminar modificando lo que pensamos.

En una de mis charlas sobre este tema, una joven dijo:
“Eso pasa mucho con la gente grande, están todo el tiempo pensando”.
Y hay mucho de verdad en esta afirmación.
Yo no tengo nada en contra de pensar, sencillamente digo que la libertad de pensar, sola, no conduce a 
nada y no es una libertad de la cual uno se pueda ufanar.

Lo que importa del ejercicio de la libertad tiene que ver con la acción, con la libertad de hacer.

Al respecto, si confirmamos que Nadie puede hacer Todo lo que Quiere, debemos aceptar con resignación 
que la libertad absoluta no existe.

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay