Tres causas: necesidad de ser amados, baja tolerancia al dolor afectivo o revanchismo.
El impulso a buscar un reemplazo emocional no solamente está motivado por la necesidad de ser amado y el alivio de la aversión, también puede generarse por revanchismo y desquite. Una adaptación afectiva de la ley del talión y de su equivalente «ojo por ojo»: «Quiero que sufras lo que yo he sufrido (o estoy sufriendo)». Pura inmadurez.
En el amor hay que saber perder en vez de enfrascarse en pugnas vengativas y reparaciones morales trasnochadas. Aquí el nuevo clavo forma parte de una independencia y una superación falsa, porque si la liberación fuera verdadera, el ex no importaría tanto y no habría ninguna deuda que saldar ni nada que demostrar.
El modus operandi es como sigue: corres a enredarte en una nueva relación para que él o ella se muera de la ira y los celos (al menos eso crees): «¡Quiero darle una lección y que entienda que no es irreemplazable!». Analízalo con calma. ¿Realmente crees que esta estrategia cambiará sus sentimientos y se echará a tus brazos?
Y algo más: ¿por qué crees que aún siente algo por ti? Los despechados hacen proyección y piensan que la ex pareja está igual de apegada y sigue sufriendo, cuando en realidad, en la mayoría de los casos, el que se fue ni se da por enterado.
Recuerda esta máxima: Si tu ex te considera parte del pasado, que él o ella no sea parte de tu presente. Cada vez que intentas llamar la atención del viejo amor para vengarte, lo involucras de nuevo en tu vida y hieres tu autoestima. El clavo penetra más.
Extracto del libro:
Manual Para No Morir de Amor
Walter Riso