Sentir el sufrimiento nos ayuda a alimentar nuestra compasión y a reconocer la felicidad cuando está presente. Si no estamos en contacto con el dolor, no podemos saber lo que es la verdadera felicidad. Sentir el sufrimiento es, por tanto, nuestra práctica, pero cada uno de nosotros tiene sus límites, no podemos hacer más de lo que nuestro cuerpo nos permite.
Por eso hemos de cuidar de nosotros mismos. Si escuchas demasiado el sufrimiento, la cólera de los demás, te acabará afectando. Entonces sólo experimentarás sufrimiento y no tendrás la oportunidad de estar en contacto con otros elementos positivos, y esto destruirá tu equilibrio. En tu vida cotidiana debes, pues, practicar para estar en contacto con elementos que no expresen constantemente sufrimiento: el cielo, los pájaros, los árboles, las flores, los niños…, con cualquier cosa que tengamos en nosotros o a nuestro alrededor que sea refrescante, curativa y nutritiva.
A veces estás sumido en tu sufrimiento, en tus preocupaciones. Cuando eso te ocurra, deja que tus amigos te rescaten. Pueden decirte: «Mira qué cielo tan bonito hay esta mañana. Está cubierto de niebla, pero es muy hermoso. El paraíso está aquí mismo. ¿Por qué no vuelves al presente y presencias su belleza?». Como vives en una comunidad, con hermanos y hermanas que son capaces de ser felices, la comunidad te rescata y te ayuda a estar en contacto con los elementos positivos de la vida. Esta es la práctica de recibir alimento. Es muy importante.
Hemos de saber vivir cada día profundamente, con alegría, paz y compasión, porque el tiempo pasa muy deprisa. Cada mañana ofrezco una barrita de incienso al Buda y me prometo que disfrutaré de cada minuto del día que tengo para vivir. Y gracias a la práctica de caminar y respirar de manera consciente, puedo gozar profundamente de cada momento de mi vida cotidiana. Respirar y caminar de manera consciente son como dos amigos, siempre me están ayudando a permanecer aquí y ahora, y a sentir las maravillas que la vida nos ofrece.
Necesitamos recibir el alimento que nos merecemos. Escuchar el sonido de la campana es una práctica muy nutritiva y agradable. En Plum Village, siempre que el teléfono suena, que el reloj da la hora o que se invita a la campana del monasterio a repicar, tenemos la oportunidad de dejar lo que estamos haciendo, lo que estamos diciendo y pensando. Son las campanas que nos recuerdan que debemos ser conscientes. Cuando oímos el sonido de la campana, relajamos el cuerpo y volvemos a nuestra respiración. Descubrimos que estamos vivos y podemos así entrar en contacto con muchas maravillas de la vida que están presentes para nosotros. Nos detenemos con naturalidad, disfrutando de ello, sin solemnidad ni tensión. E inspiramos y espiramos tres veces gozando del hecho de estar vivos. Cuando nos detenemos, recuperamos la calma y la paz, nos volvemos libres. Nuestro trabajo se vuelve más agradable y la gente que nos rodea, más real.
La práctica de detenernos y respirar al oír el sonido de la campana es un ejemplo del tipo de práctica que nos ayuda a entrar en contacto con los elementos bellos y nutritivos que nos ofrece la vida cotidiana. Puedes hacerla solo, pero con la sangha te resultará más fácil, ya que la comunidad siempre está ahí para ti. Cuando estás absorto en tu sufrimiento, puede rescatarte y volverte a poner en contacto con los elementos positivos de la vida.
Conocer los propios límites constituye nuestra práctica. Aunque seas un maestro espiritual y tengas la capacidad de escuchar el sufrimiento de los demás, has de conocer tus límites. Para obtener suficiente alimento, has de poder gozar de meditar caminando, de tomar té y de estar en compañía de personas que estén contentas. Para poder escuchar a los demás, has de cuidar de ti mismo. Por un lado, necesitas recibir el alimento adecuado cada día y, por otro, alimentar la compasión que hay en ti para estar bien equipado para la tarea de escuchar a los demás. Has de desempeñar el papel de un Gran Ser, de alguien que es tan feliz que es capaz de rescatar a la gente de su sufrimiento.
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet