sábado, 13 de febrero de 2016

LOS MILAGROS


Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro.
Albert Einstein

Lo maravilloso está presente en nuestro día a día. La vida misma en nuestro universo ya constituye el primero de los grandes milagros y, en un nivel más pequeño, abrir los ojos por la mañana basta para valorar la fortuna de existir.

Sarah Ban Breathnach, en su libro El encanto cotidiano, nos habla del valor de percibir todo lo que nos rodea, día a día, a través de todos nuestros sentidos.

Según esta autora, además del tacto, el gusto, el olfato, el oído y la vista, hemos de aprender a confiar en nuestra intuición, incrementando nuestra capacidad natural para el asombro y la veneración.

El libro cuenta con un capítulo por mes del año, en el que nos conduce por una aventura sensitiva. Un ejemplo para valorar el gusto: «¿Qué te parecería un solo bombón carísimo de una pastelería de lujo? [...] Disfruta con calma de la visión de ese único bombón que has elegido, envuelto en un paquetito como si fuera una joya. Ábrelo como si no supieras qué hay dentro. Huélelo. Recorre con el dedo sus sinuosas curvas o sus bordes geométricos. Mordisquéalo, no lo devores».

En cuanto al sentido de la vista, propone un ejercicio singular: «Da un paseo a oscuras. Aprende a experimentar el mundo a través de la visión nocturna. Esta semana, aprovecha una noche fría y clara, y pasea por un sitio en el que te sientas segura. Ve con una amiga, si lo prefieres, o con el perro, si lo tienes. Observa la caída de la noche y cómo el atardecer se convierte en noche cerrada a través de la sucesión de tonos del ocaso, del gris acerado al azul oscuro y al color de las cenizas de carbón».

Si potenciamos nuestros sentidos y los alimentamos, tomaremos conciencia de los milagros cotidianos que nos rodean.

Tomado del libro:
Einstein para despistados
85 soluciones atómicas para problemas 
relativamente graves
Allan Percy
Fotografía de Internet