La esencia del pensamiento dogmático
Comprender la esencia del pensamiento dogmático, su estructura y su procesamiento de la información es fundamental para lograr una apertura inteligente de la mente. Haré referencia a tres aspectos claves que conforman la manera de pensar dogmática: egocentrismo (el mundo gira a mi alrededor), arrogancia / soberbia (lo sé todo) y ausencia de autocrítica e intolerancia a la crítica (nunca me equivoco).
1.- EGOCENTRISMO: EL MUNDO GIRA A MI ALREDEDOR
Las personas egocéntricas ven el mundo desde su propia perspectiva y desconocen que los demás puedan tener puntos de vista diferentes, fiables y racionales.32 No es lo mismo ser egoísta que ser egocéntrico. El egoísmo tiene que ver con la incapacidad de amar a otros; el egocentrismo es ser prisionero del propio punto de vista. La incapacidad de reconocer que los otros pueden pensar de forma distinta a uno destruye cualquier relación u opción de diálogo. Estar centrado en uno mismo implica ruptura, aislamiento, mutismo e incomprensión. El niño pequeño se asombra cuando descubre que las demás personas de su entorno no piensan igual que él, y los adultos dogmáticos se ofenden cuando alguien no coincide con su manera de pensar, y rápidamente resaltan la diferencia: «No eres de los nuestros» o «No estás en mi equipo.»
Hace poco tuve la ocasión de pasar unas horas con una amiga extremadamente egocéntrica. A cada comentario mío, ella hacía referencia a algún aspecto de su vida. Por ejemplo, cuando comencé a relatarle un viaje que había hecho, me interrumpió y habló quince minutos seguidos sobre sus aventuras viajeras. En otro momento, mencioné que había comprado una escultura en una subasta y su respuesta fue una descripción minuciosa sobre todos los santos, esfinges y grabados que reposaban en su casa, pero no se interesó por mi escultura. Durante el tiempo que estuvimos hablando, nunca me preguntó: «¿Tú qué piensas?» o «¿Tú qué sientes?» Sólo había un yo central y ningún tú con quien intercambiar información. Así que decidí ponerla a prueba:
«Creo que puedo tener un cáncer, ayer me hice unos estudios...» Y su actitud fue la misma; atropelladamente, comenzó a contarme la historia de una tía suya que habían operado y que tras una larga agonía había muerto. Después de un tiempo de «exclusión», le hice saber cómo me sentía: «Espero que no te lo tomes a mal... No sé si te has dado cuenta, pero en el rato que llevamos hablando has centrado toda la conversación en tu persona y no has mostrado el mínimo interés por lo que pienso... Quería decírtelo porque realmente es muy incómodo no sentirse escuchado...» Para mi sorpresa, soltó una carcajada y dijo: «Tienes razón, siempre he sido así... Creo que esto tiene su historia. No sé si te conté que mis padres eran poco comunicativos; por eso...» Y siguió hablando de sí misma.
Hasta hace unos años se creía que solamente los niños pequeños eran egocéntricos, pero un sinnúmero de investigaciones han demostrado que la mayoría de los adultos también lo son.33 Las personas dogmáticas cuentan con un yo totalitario que rechaza tajantemente cualquier información distinta a la que ya tienen. Si sólo creo en mí y pienso que los demás están equivocados, la intransigencia se multiplica de manera exponencial.
En mi época de estudiante universitario, a finales de los sesenta, quien no estaba a favor del eslogan «prohibido prohibir», estandarte del Mayo francés, era poco menos que un hereje contrarrevolucionario. Los dogmáticos de turno solían ofuscarse si alguien no estaba de acuerdo con Marx, Lenin o Mao. «¿No estás de acuerdo con la dictadura del proletariado?», y luego agregaban, como para darte la oportunidad de enmendar: «¿Será que no has entendido bien de qué se trata?» Si la respuesta era: «Lo entiendo, pero no lo comparto», ya no te saludaban igual y comenzabas a ser persona non grata para el partido: habías entrado en el mundo de los idiotas que vivían en la periferia del saber iluminado.
El egocéntrico no está preparado para la discrepancia porque simplemente no la concibe como válida. Esta operación mental, por medio de la cual uno se convierte en el epicentro del cosmos y niega la oposición por decreto, también se conoce como personalización. Algunos investigadores han hallado que en la adolescencia este fenómeno de personalización adquiere dos manifestaciones: la audiencia imaginaria (creerse que uno vive en un escenario donde todos lo miran, evalúan y critican) y la fábula personal (en la cual el individuo piensa que él y sus pensamientos y sentimientos son especiales y únicos).34 Vaya uno a saber cuántas «fábulas» y «audiencias imaginarias» revolotean en las mentes dogmáticas.
¿Qué es lo que se opone al egocentrismo? El descentramiento. La capacidad de ponerse en los zapatos del otro, hacer un giro mental y abrirse a todo tipo de información. Significa democratizar la mente y permitir que ésta interactúe directamente con el mundo y sin tanto autoengaño. No puede haber pensamiento flexible sin descentramiento.
32. Shaffer, D. R. (2002). Desarrollo social y de la personalidad. Madrid: Thomson.
33. Riso, W. (2005). «De la mente egocéntrica a la mente bioética.» En Maldonado, C. y Sanchez, A. I. (Comps.).
Bioética y educación. Bogotá: Ediciones: Rosaristas.
34. Elkind, D. (1981). Children and adolescents: Interactive essays on Jean Piaget. Nueva York: McGraw-Hill.
35. Heráclito (2000). Los filósofos presocráticos. Madrid: Gredos.
Extracto del libro:
El arte de ser flexible
Walter Riso