domingo, 7 de agosto de 2016

«YA LO HE DECIDIDO»


Es una variación de anclaje que cierra las puertas a cualquier posibilidad de cambio. La frase es lapidaria porque define un punto cero a partir del cual ya nada hará que el otro cambie de opinión. No hay marcha atrás ni adelante. Es el estancamiento de la mente que se resigna. Dos disertaciones de Epícteto pueden ayudarnos a comprenderlo mejor:44 

1. Contra los académicos (Libro I, V): 

«Si alguien se resiste no es fácil hallar un razonamiento por medio del cual se le haga cambiar de opinión. Y esto no se debe ni a la incapacidad de aquél ni a la debilidad del maestro, sino a que si sigue obstinado pese a la evidencia, ¿cómo se puede razonar con alguien así?» 

2. A los que se mantienen inflexibles en lo que decidieron (Libro II, XV):

(En este apartado, Epícteto cuenta cómo un amigo suyo había decidido dejarse morir de hambre sin causa alguna. Cuando fue a verlo ya llevaba tres días de abstinencia.) 

«—He tomado una decisión —dijo. 
—Pero, de todas maneras, ¿qué te ha llevado a esto? Si lo has decidido de un modo correcto, estamos a tu lado y te ayudaremos a morir; pero si lo has decidido de un modo irracional, cambia de opinión. 
—Hay que mantenerse en las decisiones. 
—¿Qué dices, hombre? No en todas, solamente en la correctas... ¿No quieres revisar los fundamentos de tu decisión y ver si es saludable o no, y así construir sobre ella?»

«Ya lo he decidido»: ya no hay discusión posible. La mente coge una pataleta y se despacha con un «porque sí» fuera de toda lógica. Insensatez y testarudez conducidas al límite: mantenerse en lo mismo pase lo que pase. ¿Cuántas veces en la vida se nos complican las cosas extremadamente por no dar el brazo a torcer? Recuerdo el caso de un amigo que había tomado la decisión de renunciar a su empleo porque sentía que sus superiores «no le querían». En esos días, y por pura casualidad, le ascendieron y le entregaron una carta de felicitación firmada por el jefe (que en teoría lo odiaba). Llegó a mi casa a altas horas de la noche, agitado y muy angustiado. Cuando me contó la historia sólo se me ocurrió felicitarlo, lo cual aumentó su angustia. «¿Pero cómo?, ¿no lo entiendes? ¡Yo ya había decidido irme! No sé qué hacer...» «¿Ya tienes un trabajo nuevo?», pregunté. «No, no, pero pensaba tenerlo...», respondió. Entonces le propuse un acto heroico, considerando el dilema en el que se hallaba: «¿Qué te parece si cambias de opinión?» Se quedó pensando unos segundos y luego dijo: «Te entiendo... Pero es que yo ya lo había decidido...» Afortunadamente, la obstrucción mental sólo le duró un día y al final aceptó el ofrecimiento. Cuando la mente entra en el atolladero de la psicorrigidez, destrabarla no es tarea fácil. Para las personas inflexibles, modificar las opiniones es un verdadero problema porque su procesamiento de la información no está adaptado para el cambio. De ahí su angustia y preocupación. 

Séneca, en la Tranquilidad del alma,45 hace el siguiente apunte a su interlocutor:

Debemos también mostrarnos flexibles para no insistir demasiado en nuestras decisiones y actuar sin temor de cambiar de actitud... Pues la obstinación es angustiosa y miserable... El no poder cambiar nada y el no poder soportar nada son enemigos de la tranquilidad.» (p. 79)

No hay tranquilidad del alma si la mente es rígida, porque cada opinión será una carga pesada imposible de movilizar.

Ejemplo de un diálogo liberador: 

—Ya no te quiero, me he cansado de tus infidelidades —dice ella.
—¡Pero me conociste así, me amaste así, me aceptase así...! ¿Y ahora, después de quince años, me sales con éstas? —responde él con indignación. 
—Sí, pero he cambiado de opinión: ahora quiero un hombre fiel.

Sencillo y directo a la cabeza. Sabiduría del que sabe lo que no quiere. 

44. Epícteto (1993). Disertaciones por Arriano. Madrid: Gredos.
45. Séneca (1996). La constancia del sabio. La tranquilidad del alma. El ocio. Bogotá: Norma.


Extracto del libro:
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet