Cuando alguien rompe los moldes convencionales o cuestiona la tradición, a las mentes rígidas les entra el pánico y se sienten profundamente heridas, ofendidas o amenazadas: «¿Cómo te atreves a decir que la Tierra es redonda?», «¿quién crees que eres para afirmar que el Sol es el centro de la galaxia?», «¿cómo se te ocurre pensar que el hombre desciende del mono?». Los grandes hombres y mujeres de la historia han adoptado posturas inconformistas, que han generado ira profunda, repudio,persecución y muerte en las personas y en grupos de fanáticos. ¡Por favor, no cambien nada! Prefiero el solaz de la ignorancia a la incomodidad del saber.
En cada uno de nosotros reposa un rebelde en potencia, que liberado de los lastres del conformismo puede hacer y deshacer a su antojo. Uno de mis pacientes estudiaba derecho porque todos los varones de su familia lo habían hecho. Un buen día resolvió romper la continuidad histórica y, llevado por su verdadera vocación, optó por estudiar veterinaria. Debido a esta decisión, y tras varias asambleas familiares, su padre lo desheredó y sus tíos y hermanos le relegaron a un segundo plano. Sólo las mujeres de la familia lo recibieron con el mismo afecto de siempre. En una de las consultas me dijo, emocionado: «Nunca en mi vida he sido tan feliz... Estoy haciendo lo que me gusta. Ya no tengo que ir a esas reuniones aburridas, ni oír hablar de leyes y política a mi abuelo. Es como volver a nacer. Sé que hay un coste, pero también hay una ganancia: soy lo que quiero ser.» Muchas veces, hacer lo que se espera que hagamos nos da seguridad; sin embargo, la experiencia nos enseña que los momentos más intensos y excitantes de la vida ocurren cuando somos honestos con nosotros mismos y actuamos en consecuencia.
Evidentemente, la idea no es convertirse en un rebelde sin causa. En mi caso personal soy capaz de acomodarme a infinidad de tradiciones por respeto a quienes las practican: puedo quitarme los zapatos en un templo musulmán, no levantar mi cabeza por encima de la cabeza de un emperador japonés y escuchar en silencio una misa completa, sin que eso me afecte especialmente. Pero no estoy dispuesto a acatar, sin más y sólo porque la convención lo manda, normas que puedan ser destructivas para mí, para la gente que amo o para el mundo que habito. En esos casos intentaré siempre resistir y sentar un precedente de inconformidad.
Extracto del libro:
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet