Se le llama invisible porque mirándole no se le ve.
Se le llama inaudible porque escuchándole no se le oye.
Se le llama impalpable porque tocándole no se le siente.
Estos tres estados son inescrutables y se confunden en uno solo.
En lo alto no es luminoso, en lo bajo no es oscuro.
Es eterno y no puede ser nombrado, retorna al no-ser de las cosas.
Es la forma sin forma y la imagen sin imagen.
Es lo confuso e inasible.
Quien es fiel al Tao antiguo domina la existencia actual.
Quien conoce el primitivo origen posee la esencia del Tao.
Los sabios perfectos de la antigüedad eran tan sutiles, agudos y profundos que no podían ser conocidos.
Puesto que no podían ser conocidos, sólo se puede intentar describirlos: Eran
prudentes, como quien cruza un arroyo en invierno; cautos, como quien teme a
sus vecinos por todos lados; reservados, como un huésped; inconstantes, como
el hielo que se funde; compactos, como un tronco de madera; amplios, como un
valle; confusos, como el agua turbia.
¿Quién puede, en la quietud, pasar lentamente de lo turbio a la claridad?
¿Quién puede, en el movimiento, pasar lentamente de la calma a la acción?
Quien sigue este Tao no desea ser pleno.
No siendo pleno puede quedar en lo viejo sin renovarse.
Extracto del libro:
Lao-Tsé
Tao Te King
Fotografía tomada de internet