Renunciamiento
Silencio interior
Integración
Alegría
Renunciar al mundo me parece horrible, porque implica renunciar a un don que Dios te ha otorgado. Tú no has creado la vida. No estás aquí por tu elección. Es un don. Renunciar a esto iría en contra de Dios. Toda renuncia va en contra de Dios, porque es un rechazo. Por eso los que dicen que no, se vuelven más egoístas. En el momento en que renuncias, afirmas ser más sabio que la fuente divina de la cual proviene todo. Cuando renuncias, afirmas que tú eliges. Cuando renuncias, usas tu voluntad, y la voluntad crea al yo.
Cuando digo que no renuncies, estoy diciendo que no seas una voluntad, un elector. Lo que ocurre, no sucede por ti; entonces, ¿quién eres tú para elegir esto o aquello? Deja que suceda. ¿Qué puedes hacer? Deja que suceda; no te preocupes por eso. El renunciamiento no es sino un escape. Porque estás herido, porque estás molesto, renuncias. Renuncias a la situación, no a la actitud que te lastima. No renuncias al corazón que tiene tantas heridas que cualquier cosa puede lastimarlo. No renuncias a la mente que está enferma, que está siempre dispuesta a ser perturbada. Renuncias al mundo, lo cual es más sencillo. Huyes al Himalaya, pero todo lo que estaba adentro de ti seguirá contigo. No habrá ninguna diferencia. Es un engaño.
Sigue integrado, sigue callado, sigue alegre, deja que el mundo sea feliz. ¿Quién eres tú para renunciar o no renunciar? Cuando te encuentres a ti mismo, quédate allí. Sigue integrado y callado y alegre. No te vayas al Himalaya; crea un Himalaya interior. Eso es lo que quiero decir cuando te digo que no renuncies. No te vayas a las montañas; crea ese silencio dentro de ti, de manera que, siempre que te muevas, las montañas te acompañen. La relación es hermosa porque es especular. Pero hay personas estúpidas que ven su rostro en el espejo, les parece desagradable, y destruyen el espejo. La lógica es superficial: el espejo los hace verse feos; entonces, destruyen el espejo para volverse hermosos.
El todo nunca coloca a nadie en un renunciamiento; nunca. El yo siempre te impulsa a meterte en relaciones porque, como nadie nace solo, nadie puede estarlo. Por lo menos, se necesitará a la madre, al padre; una sociedad, una familia. El todo siempre te empuja hacia las relaciones. Por eso digo que el renunciamiento va contra Dios.
Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet