miércoles, 8 de marzo de 2017

LA PACIENCIA Y LA IRA







La paramita de la paciencia es el antídoto de la ira, es una forma de aprender a amar y a cuidar de cualquier cosa que nos encontremos en el camino. Cuando hablamos de paciencia no nos referimos a soportar las situaciones, a sonreír y aguantar. En cualquier situación dada, en lugar de reaccionar repentinamente, podemos masticarla, olerla, mirarla y abrirnos a ver qué contiene. El opuesto de la paciencia es la agresión, el deseo de saltar y moverse, de poner más presión en nuestras vidas, de tratar de llenar el espacio. El camino de la paciencia incluye actitudes como relajarnos, abrirnos a lo que está ocurriendo, experimentar la sensación de maravillarnos.





Una amiga me contó que cuando era niña, su abuela, que era una india cherokee, se llevaba de paseo a ella y a su hermano para ver animales, y les solía decir: «Si os quedáis quietos, veréis algo. Y si estáis muy silenciosos, oiréis algo.» Aunque ella nunca empleó la palabra paciencia, eso es lo que mi amiga y su hermano aprendieron.





Una de las formas de practicar la paciencia es hacer tonglen. Cuando queremos hacer un movimiento repentino, cuando empezamos a acelerarnos, cuando sentimos que necesitamos resolver algo, cuando alguien nos grita y nos sentimos insultados, nuestro primer impulso es devolver el grito o desquitarnos. Queremos sacar el veneno fuera de nosotros. En lugar de ello podemos conectar con nuestra inquietud humana y con nuestra agresión básica practicando tonglen para todos los seres. Esto nos permite emitir una sensación de espacio y amplitud que ralentiza las cosas todavía más. Sentados o de pie, presentes en ese lugar, podemos crear el espacio para que no ocurra lo habitual. El hecho de darnos tiempo para contactar, para saborear y ver la situación, puede hacer que nuestras palabras y acciones resultantes sean muy diferentes.









Extracto del libro:


Cuando Todo Se Derrumba


Pema Chödron


Fotografía de Internet