domingo, 13 de agosto de 2017

LA LEYENDA DEL CUCLILLO


El gallo francés cacarea en francés: «[Cocorico!», el gallo alemán, en alemán: «¡Kire-kiki!», y el gallo inglés, como es debido, en inglés: «¡Cook-e-doodle-do!». Los gallos hablan la lengua de sus países respectivos, ¿o quizá son los humanos quienes interpretan a su manera el grito inocente de las gallináceas? La cuestión hace sonreír, pero hay un canto que uno no puede, ciertamente, modular a su gusto: ¡el del cuclillo! En efecto, ¿cómo transformar esa música binaria, repetitiva, de una claridad tan evidente: «cucú ... cucú.,»? El que ha oído una vez la voz bien timbrada del volatinero de la primavera sabe muy bien que el cuclillo hace «cucú» y nada más. Sin embargo, en el país del Sol Naciente se afirma que el cuclillo no dice «cucú ... cucú ... », sino «kakkó ... kakkó ... » Añaden, incluso, que para ello tiene una razón excelente. 

Hace muchísimo tiempo, papá cuclillo pidió un día a su hija que le rascara la espalda, cosa que él no podía hacer a pesar de sus intentos vanos y desesperados de retorcer el pico. La señorita atravesaba las tormentas de la adolescencia. Se negó a hacerlo, con el pretexto de que a papá no le gustaba cierto cuclillo juvenil que exhibía una vestimenta pardorojiza de muy mal efecto y que le hacía parecer un cernícalo hembra.

-¡Grotesco! -fulminaba papá- ¡ Un cuclillo gris se viste de gris!

-¡Tú no sabes nada, es la última moda! -replicaba su hija.

En una palabra, cualquiera que fuera el motivo, la señorita cuclillo se negó a hacer ese favor a su padre. Éste, al que la espalda le picaba furiosamente, fue a frotarse contra una piedra puntiaguda. Se hizo una herida. La herida se infectó. Y se murió. Una historia lamentable ... La joven cuclillo sintió tal dolor que desde entonces repite «¡Kakkó kakkó ... !», que en japonés significa: «¡Rascaré ... , rascaré !» Sí, rascaré la espalda de mi papá.

Por desgracia, es demasiado tarde.

El remordimiento es una herida abierta. Tiene efectos deletéreos sobre los demás y sobre uno mismo. Conviene -dice el sabio- asumir los propios errores, ofrecer reparación y olvidarse de ello.

Deletéreo procede de un vocablo griego que puede traducirse como “destructor”. El término hace referencia a aquello venenoso o mortífero. 

Las flores en primavera, la luna en otoño, la brisa fresca en verano, la nieve en invierno. Libera a tu alma de todo pensamiento vano. Cada estación será para ti un encanto.

Mumon (1183-1260), maestro zen y poeta chino.


Extraído de:
La Grulla Cenicienta
Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel
Fotografía del internet