—Aquí hay un fanático que siempre trae al padre —me dijo Sixto Martínez.
Estábamos en Sevilla, en el estadio. Era un partido aburrido, había criado barba la pelota, pero daba gusto charlar al sol en medio del gentío.
—Yo también voy con el viejo —dije—. El es futbolero, como yo.
Sixto encendió un cigarrillo, pitó hondo. Se bajó los anteojos, me clavó la mirada:
—Este que te digo viene con el padre muerto.
Y dejó caer los párpados:
—Fue su última voluntad.
Domingo a domingo, el hijo traía las cenizas del padre y las sentaba a su lado en la tribuna. El difunto le había pedido, en agonía:
—Que no me pierda partido del Betis de mi alma.
Y también le había pedido que siguiera pagando, mes a mes, sus cuotas de socio.
Al principio, el padre acudía al estadio en envase de vidrio. Una tarde, los porteros le impidieron la entrada, por peligroso. Desde entonces, venía en envase de cartón plastificado.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet