INVESTIGAR PROFUNDAMENTE lo que verdaderamente quieres abre la puerta a descubrir la verdad de quien eres. Si lo que realmente quieres es alcanzar el núcleo más profundo de verdad que existe dentro de ti, entonces es el momento de examinar más de cerca las ideas condicionadas respecto a qué es el “yo”.
En nuestra comprensión psicológica occidental tradicional se suele considerar que la personalidad es un indicador de quiénes somos como individuos. Pero, en realidad, la personalidad es una máscara, un traje muy superficial que puede cambiar fácilmente. Si quieres cambiar tu personalidad, hay muchos libros que puedes leer, muchos cursos a los que puedes asistir y diversas doctrinas a las que puedes acogerte.
No hay nada malo en trabajar con tu personalidad, o incluso en cambiarla.
Puede ser muy útil. Por ejemplo, para que los seres humanos se reúnan pacíficamente en una sala, es conveniente que sus personalidades estén lo suficientemente condicionadas para que se dé un mínimo de respeto y cortesía. Éste es el ámbito de la personalidad. Trabajarse la personalidad no causa ningún daño, a menos que creas que eres la personalidad.
Posiblemente ya habrás notado que por mucho que te trabajes la personalidad, o por más genial que sea la personalidad conseguida, seguirá sintiéndote frustrado en tus esfuerzos por descubrir una satisfacción más profunda.
Más primario que la personalidad es nuestro sentido básico de ser individuos separados, “egos” separados. En realidad ¿qué es el ego? ¿Es posible experimentarlo directamente? ¿Tenemos que aumentarlo o eliminarlo para poder ser felices?
“Ego” es la palabra latina que designa al “yo”. En realidad es el pensamiento “yo”, un pensamiento asociado con la sensación “yo soy este cuerpo”, que a partir de este punto se expande en complejidades interminables.
En esta experiencia de encarnación humana, tenemos la capacidad natural de identificarnos con nuestros egos individuales. Éste es un poder enorme, y no tiene nada de malo. Es un poder delicioso, una adaptación evolutiva que ha dado a la especie humana una gran ventaja sobre otras en prácticamente cualquier circunstancia. El ego también ha generado la raíz de todo auto-odio, auto-tortura, autoamor, y autotrascendencia. Si creemos que nuestro ego/mente/cuerpo individual es nuestra verdad definitiva, esto dará lugar a un sufrimiento enorme e innecesario.
Si basas tu vida en la creencia de que estás limitado a ser un cuerpo, entonces preservar tu cuerpo se convierte en la máxima prioridad. Al reconocer progresivamente que la seguridad del cuerpo no puede estar completamente garantizada, surge un gran miedo.
El cuerpo está, obviamente, sujeto a multitud de impactos: genéticos, medio ambientales, accidentes de distinta índole… y, en definitiva, a la inevitable reducción paulatina de sus funciones. Obviamente, cualquier intento de preservar y mantener el cuerpo seguro genera estrategias de autoprotección o defensa, como esconderse o atacar. Estas estrategias dan lugar a actitudes agresivas o de sumisión, a la incentivación de habilidades de tipo social y sexual, a fin de defender el pensamiento “yo soy el cuerpo”. Esto es el ego.
Cuando nuestra principal preocupación es preservar el cuerpo, contribuimos a un universo temeroso y defensivo. La acción defensiva, sea en términos de “yo primero”, “mi tribu primero”, o “mi nación primero”, a costa de otros pueblos, tribus o naciones da lugar a un tremendo sufrimiento. También conduce a la guerra, que puede librarse entre hermano y hermana, padre e hijo, esposa y esposo, entre tribus y naciones, y siempre se basa en una idea profundamente limitada a quiénes somos, una idea de ser alguien particular, esencialmente separado de los demás.
En cierto momento, la realidad de la muerte del cuerpo y de todos los cuerpos, de todas las formas, sean del tipo que sean, toma carta de naturaleza. Aunque buena parte de la estructura social, especialmente en Occidente, trata de mantener este hecho oculto, al final se abre camino.
Llamemos a este demonio de la muerte, que hemos temido y negado, y del que hemos huido, a salir del inconsciente para poder enfrentarlo a la luz de la conciencia. En este punto podrás percibir la innegable presencia de la conciencia eterna y permanente: la verdad de quien eres. Aquí muere la creencia de que el ego es la realidad, y se revela lo que es inmortal. Queda diáfanamente claro que eres mucho más que un cuerpo. En realidad, eres eso que anima al cuerpo.
En la resolución final se comprende que el ego sólo es un pensamiento.
Nada ha limitado nunca la conciencia pura. El convencimiento asociado a la creencia egoica de “soy este cuerpo” es, de hecho, el único obstáculo para el reconocimiento de la verdad de quien eres. Esta creencia debe mantenerse constantemente mediante una incesante actividad pensante en cuanto a la imagen que tienes de ti mismo. Cuando detienes esa actividad mental y diriges la mente hacia dentro, hacia el pensamiento-yo central, descubres la conciencia pura e ilimitada, inherentemente libre de todo pensamiento y de toda necesidad de seguridad. En este descubrimiento entiendes que el ego es una ilusión, del mismo modo que un sueño o un estado de trance es una ilusión. La ilusión puede ser sentida, vista y experimentada como real, pero esto sólo es así porque su realidad nunca ha sido estudiada con detenimiento. Este estudio no es otro que la autoindagación. Indagar abiertamente en la ilusión- en este caso, en la ilusión esencial- es la puerta que permite experimentar directamente lo real.
Cuando se le cuestiona, el “yo” individual se revela como un sueño.
Cuando despierta del sueño, sea dulce o se trate de una pesadilla, te das cuenta de que sólo era eso, un sueño. Evidentemente, no hay nada malo en los sueños e ilusiones. El problema surge cuando los aceptas como la realidad o, más concretamente, como esta ilusión del yo-pensamiento.
Todo el mundo tiene la experiencia de haber sido engañados por alguna ilusión, un espejismo en el desierto, o haber confundido el horizonte con el borde de la tierra. La ilusión tiene un poder enorme hasta que la cuestionas seriamente. La verdadera investigación está orientada a revelar qué es real y qué es ilusorio, qué es eterno y qué es pasajero.
Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet