lunes, 9 de septiembre de 2019

LA SIMPLICIDAD DE LA VIDA


Un día, en el colegio, un pájaro se pone a cantar fuera y el niño, naturalmente, presta oídos al pájaro, no al profesor de matemáticas que está ante la pizarra con un absurdo marcador. Pero el profesor es más poderoso, políticamente más poderoso que el pájaro. Desde luego, el pájaro no tiene ningún poder, pero sí tiene belleza. El pájaro atrae al niño sin necesidad de machacarle: «¡Presta atención! ¡Concéntrate en lo que digo!». No... De una forma sencilla, espontánea, natural, la consciencia del niño empieza a fluir por la ventana, hacia el pájaro. Allí está su corazón, pero tiene que mirar la pizarra. No hay nada que mirar, pero tiene que fingir que lo hace.

La felicidad es mala. Siempre que se da la felicidad el niño empieza a temer que algo va mal. Si el niño está jugueteando con su cuerpo, es malo. Y ése es uno de los momentos más extáticos en la vida de un niño.

Disfruta de su cuerpo; es emocionante. Pero hay que cortar con esa emoción, hay que destruir toda alegría. Es algo neurótico, pero la sociedad también es neurótica. 

Lo mismo les hicieron sus padres a los padres del niño, y ellos le hacen otro tanto a su hijo. Así es como una generación destruye a la siguiente. Así transferimos nuestra neurosis de generación en generación.

La tierra entera se ha convertido en un manicomio. Al parecer, nadie conoce el éxtasis. Se ha perdido. Se ha erigido una barrera tras otra.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet