La vida es una búsqueda, una búsqueda constante, una búsqueda desesperada y desesperanzada... una búsqueda de algo que no sabemos qué es. Hay un deseo profundo de buscar pero uno no sabe qué busca.
Y hay un estado mental en que nada que obtengas te aportará satisfacción. La frustración parece ser el destino de la humanidad, pues todo lo que obtienes pierde sentido en el momento mismo en que lo obtienes. Entonces comienzas a buscar otra vez.
La búsqueda sigue, ya sea que obtengas algo o no. Parece no importar lo que obtengas o no obtengas, la búsqueda sigue de todas maneras. Los pobres están buscando, los ricos están buscando, los enfermos están buscando, los sanos están buscando, los poderosos están buscando, los indefensos están buscando, los estúpidos están buscando, los sabios están buscando, y nadie sabe exactamente qué.
Hay que entender esta búsqueda, qué es y por qué ocurre. Parece haber una brecha en el ser humano, en la mente humana, en la estructura misma de la conciencia humana parece haber un hueco, un hueco negro. Sigues arrojando cosas al hueco y siguen desapareciendo. Nada parece llenarlo, nada parece contribuir a la satisfacción. Es una búsqueda afiebrada. Lo buscas en este mundo, lo buscas en el otro mundo; a veces lo buscas en el dinero, en el poder, en el prestigio y a veces lo buscas en Dios, en la dicha, en el amor, en la meditación, en la oración, pero la búsqueda continúa. El ser humano parece haber contraído la enfermedad de la búsqueda.
La búsqueda no te permite estar aquí y ahora porque siempre te conduce a otro lugar. La búsqueda es una proyección, es un deseo: que lo que necesitas está en otro lugar; que existe, pero existe en otra parte y no donde tú estás. Ciertamente existe, pero no en este momento en el tiempo; no ahora, sino en otro lugar. Existe allá y, entonces, nunca aquí ni ahora. Sigue importunándote, sigue arrastrándote, empujándote, sigue arrojándote a una locura cada vez mayor. Te vuelve loco y nunca se satisface.
Alguna vez has intentado averiguar qué es lo que estás buscando?. No lo has definido. Hay algo que sí sabes: que tienes que buscar. Es una necesidad profunda pero no sabes lo que estás buscando.
Pero, a menos que sepas lo que buscas, ¿cómo puedes encontrarlo? Es algo difuso, crees que es el dinero, el poder, el prestigio, la respetabilidad. Pero cuando ves personas respetables, personas poderosas, ellas también están buscando y cuando ves personas enormemente ricas, ellas también están buscando. Buscan hasta el final de la vida. El dinero no ayuda, el poder no ayuda. La búsqueda continúa a pesar de lo que tienes.
La búsqueda tiene que ser por otra cosa. Esos nombres, esas etiquetas -dinero, poder, prestigio- sólo sirven para satisfacer tu mente. Sirven sólo para darte la sensación de que estás buscando algo. Ese algo es indefinido, es una sensación muy difusa.
La primera cosa que debe hacer el que realmente busca, aquél que se ha vuelto un poco más alerta, más consciente, es definir la búsqueda, formular un concepto claro de lo que es. Inmediatamente comienza a producirse una transformación. Si comienzas a definir tu búsqueda, comienzas a perder tu interés en la búsqueda. Mientras más definida, menos presente. Una vez que se sabe claramente qué es, de repente desaparece. Existe sólo cuando no estás alerta. La búsqueda existe sólo cuando estás adormecido. la búsqueda existe sólo cuando no estás consciente; la búsqueda existe sólo en tu ausencia de conciencia. La ausencia de conciencia genera la búsqueda.
Todos nuestros sentidos son extravertidos. Los ojos se abren hacia afuera, la manos se mueven y se extienden hacia afuera, las piernas se mueven para afuera, los oídos escuchan los ruidos y sonidos de. afuera. Todo lo que tienes a tu disposición se abre hacia afuera; todos los cinco sentidos se mueven de manera extravertida. Comienzas a buscar allí donde ves, sientes, tocas, la luz de los sentidos se irradia afuera ¡y el que busca está adentro!
Hay que comprender esta dicotomía. El que busca está adentro; pero, puesto que la luz está afuera, el que busca avanza con un propósito, intentando encontrar algo satisfactorio afuera. Eso no va a ocurrir nunca. No ha ocurrido nunca. A menos que llegues a conocer quién eres, toda tu búsqueda es infructuosa porque no conoces al que busca.
Lo que estabas buscando en algún lugar exterior siempre ha estado en ti, en tu interior. Estabas buscando en la dirección errada, es todo.
FUENTE: OSHO: ‘El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos’, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2003, ISBN 958-04-7279-3, Pag. 168