Al principio, la meditación suele resultarle divertida a la gente. Es como un nuevo proyecto y piensas que, si lo realizas, desaparecerá todo el material indeseable y te convertirás en una persona abierta, libre de prejuicios e incondicionalmente amistosa. Pero al tiempo, la sensación de proyecto se desvanece. Simplemente buscas tiempo cada día para sentarte contigo mismo. Vuelves a la respiración una y otra vez, en medio del aburrimiento, la irritación, el miedo o el bienestar. Esa perseverancia y repetición —cuando se hace con honestidad, un toque de ligereza, humor y bondad— es su propio premio.
Del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron