Distorsión cognitiva: Excusar o justificar el poco o nulo amor recibido, impiden alcanzar la posición realista mencionada, y fortalece irracionalmente la conducta del apego.
TERCER EXCUSA. “Esa es su manera de amar”
TERCER EXCUSA. “Esa es su manera de amar”
Nadie niega que hay estilos personales en la manera de amar, pero algunos son francamente sospechosos. Por ejemplo, si la “manera de amar” de mi pareja incluyera antipatía, indiferencia, egoísmo, agresión e infidelidad, no me interesaría acoplarme a su modo afectivo. Más aún, si fuera capaz cuestionaría seriamente la relación. Una de mis pacientes llevaba seis meses de casada. En ese tiempo el marido había accedido a tener solamente dos relaciones sexuales, incluido el período de luna de miel. Las dos experiencias habían seguido la misma rutina: él se acostaba boca arriba, no movía un dedo, se tapaba la cabeza con las sábanas, y sollozaba e insultaba mientras ella tenía que hacer toda la faena, obviamente sin muchos resultados. Aunque habían estado tres años de novios, la señora se había casado virgen y no era muy experta en la materia. Luego de explicarle que el comportamiento de su esposo distaba bastante de una conducta sexualmente funcional y aceptable, le sugerí que hablara con él para expresarle su inquietud y para invitarlo a las citas. Ella temía confrontarlo con el tema, pero aceptó. A la otra consulta llegó más contenta y tranquila. Cuando le pregunté por su tarea, me dijo que estaba mucho mejor porque el marido le había explicado que ésa era su “manera de amar”, que no había nada de qué preocuparse y que muchos hombres hacían el amor de ese modo. Traté de hacerle comprender que la escasa frecuencia, la ausencia de contacto físico, la incapacidad de eyacular y la falta de deseo configuraban un estilo que no la iba a satisfacer, ni sexual ni afectivamente. Le agregué que, a mi entender, estábamos ante una alteración psicoafectiva o ante un problema sexual que requería de tratamiento. Luego de meditar al respecto unos instantes, decidió tapar el sol con la mano: “Quizás usted tenga razón, pero quiero darme la oportunidad de acoplarme a su estilo, a ver qué ocurre…A lo mejor no fui lo suficientemente buena para él o la equivocada soy yo…Si no soy capaz, le prometo que vuelvo a las citas”.
A veces, sobre todo si la pareja es perezosa y pasiva, poner el problema en uno y asumir la responsabilidad total de las fallas afectivas crea una extraña sensación de alivio. Sentirse culpable es muy desagradable, pero asumir la carga genera una ganancia secundaria: “Si yo soy la causa del problema, la mejoría de la relación dependerá de mí y sólo de mí”. Mi paciente volvió a los dos años, con un nuevo motivo de consulta. Había tenido relaciones sexuales con otro hombre y estaba decidida a no seguir engañándose a sí misma: “Mi marido está enfermo…Ya me di cuenta de que su comportamiento no es normal, pero se niega a recibir ayuda”. Las comparaciones no siempre son odiosas.
Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso