UNO.
Sócrates se encontraba en la cárcel esperando a ser ejecutado. Un día escuchó cómo un prisionero en la celda de enseguida cantaba una difícil y poco conocida canción en un idioma extranjero.
—¿Para qué? —dijo el prisionero.
—Para que yo pueda morir sabiendo una cosa más.
—¿Por qué quieres aprender algo nuevo precisamente una semana antes de morir?
—Exactamente por la misma razón por la que quieres aprender algo cincuenta años antes de morir —dijo Sócrates.
DOS.
Un hombre llegó donde Sócrates con su hijo, y le pidió que se encargara de la educación del muchacho.
El filósofo le dijo que le cobraría quinientas dracmas. Al rico le pareció mucho dinero:
—¡Es mucho dinero! Por esa cantidad podría comprarme un asno.
Entonces el anciano filósofo replicó:
—Efectivamente, le aconsejo que lo compre. Así tendrá dos.
¿Te has dado cuenta de que envejecer es diferente si mantenemos la curiosidad y aprendemos todos los días?
¿Qué tanto cultivamos nuestro espíritu?
Extracto del libro:
La culpa es de la vaca 2a parte
Lopera y Bernal